sábado, 20 de febrero de 2016

Febrero: las tostadas son sombreros

Tengo ansiedad. Es sábado, y debería estar contenta, ir al cine, salir a tomar un café, ver una película de terror mientras agarro con fuerza la mano de mi amor; y, sin embargo, tengo ansiedad.

Ya me he tomado la pastilla pertinente, obligación insulsa de la mente enferma, pero parece que los duendes mágicos llegan tarde al trabajo y aún no han cogido el autobús circular número 3. Puede que sea porque es sábado y hoy han decidido descansar.

El tiempo está gris, pero las nubes son tan espesas que bien parece que vivo bajo un merengue, y todo luce tranquilo desde la ventana. Veo el oxígeno corriendo por el jardín de la parte trasera de mi refugio, pero aquí dentro el ambiente está tan seco que ni una llama podría prender.

Hace tiempo que Pulmones y Corazón mantienen una guerra fría en este bloque que soy yo. No se dicen nada, pero basta que a Corazón se le antoje acelerar su paso para que Pulmones se atrincheren y saquen los sables, y viceversa. Ya no sé qué hacer con ellos, pero puede que sea Estómago el que inicie los tratados de paz, aunque no estoy seguro de si esa opción es la más conveniente.

Hoy, en este bloque helado que soy yo, también hay guerra. Estómago ha intentado arreglarlo, pero la pastilla pertinente, obligación insulsa de la mente enferma, cuyos duendes mágicos llegan tarde al trabajo y aún no han cogido el autobús circular número 3, ha dejado tal gustillo en el rellano que Lengua ha salido gritando, escoba en mano y Estómago no ha tenido más remedio que volver a cerrar la puerta de su apartamento con tal de no crear más conflictos.

Hoy es sábado. Hoy es sábado y tengo ansiedad. Ojos miran desde el ático al reloj: las manecillas aún no apuntan a las coordenadas correctas.

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