viernes, 24 de julio de 2015

Diecisiete

Ya era casi medianoche, y el búho observaba inánime desde el extremo de la rama del tejo.

- Con esas orejas tan largas nadie te querrá comer -puntuó tranquilo el zorro.
- ¿Y por qué habría de importarme? Yo no quiero que nadie me coma -dijo incrédula la liebre.
Anita observaba la escena sentada, con las piedras cruzadas sobre la piedra caliza.
- ¿Y qué me dices de esas patas tan largas? -preguntó el zorro.
- ¿Qué le pasan a mis patas? A mi me gustan mis patas. Con ellas puedo saltar y correr tan rápido que ni tú, zorro, podrías alcanzarme.
- Y por eso nadie querrá correr detrás de ti, asi que acabarás por no usarlas y al final serás una liebre con patas largas que no corre nada. Con semejante plan tal vez deberías cortarte los bigotes.
- ¿Pero qué tienen que ver las patas con los bigotes?
- Si nadie quiere correr contigo al menos querrás tener alguien a quien oler, pero teniendo unos bigotes tan largos nadie querrá que lo huelas.
- ¡No me importa! Jugaré y comeré zanahorias -exclamó insegura la liebre.
- ¿Pero no lo ves liebre? No habrá ningún animal que quiera jugar contigo. Tienes un pelaje tan suave y pareces tan blandito que todos tendrán miedo de hacerte daño y preferirán buscar a algún otro con el que puedan competir en igualdad.

La liebre se quedó entonces muy seria y pensativa. Su mirada triste se fijaba en el horizonte.
- ¿Por qué no hablas búho? -preguntó extrañada Anita.
La pregunta resonó entre los árboles, pero el búho siguió inerte observando desde la rama.
- Deberías irte -le dijo Anita a la liebre mientras se levantaba-. Usa tus patas y corre lejos, usa tus bigotes y rastrea el camino más seguro, usa tus orejas y huye de los ruidos de tus enemigos.

Todos quedaron en silencio durante unos segundos hasta que la liebre levantó la cabeza y respondió:
- No, me quedaré aquí y el zorro me protegerá. Él es ágil, y más fuerte que yo, y además es mi amigo porque me ha advertido.

Entonces el búho giró su cabeza hacia Anita y ella entendió que su lugar ya no estaba allí.
Así, Anita volvió al sendero y se alejó dejando atrás al silencioso búho, al astuto zorro y a la temerosa liebre.

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